Salimos de Castaví con la limpísima luz azulada de la mañana. Paseamos hacía el mar y nos encontramos con las aguas transparentes de la playa de Es Pujols. Seguimos hacia la derecha, dejándonos ir con la brisa suave que va acariciando la costa. Van apareciendo las formas caprichosas de las rocas, cada vez más altas, hasta convertirse en acantilados que se recortan en el azul intenso del mar. El tiempo se para y no se cuanto a transcurrido hasta llegar a este ríncón mágico en el que los pescadores aprovecharon la generosidad de la roca para proteger sus barcas.