Cuando identificamos la fractura en la roca en la que aparece la escalera de madera por la que se accede a la “Cova Foradada”, no nos esperamos la intensidad de los contrastes con los que nos vamos a encontrar. Iniciamos el descenso a la cavidad y vamos cambiando la claridad del exterior por una mágica penumbra en la que se dibujan las formaciones de rocas fruto de los caprichos geológicos. A medida que vamos avanzando intuimos el azul del mar en la amplia abertura que da al acantilado, hasta encontrarnos con una de las formas más bellas de enmarcar el Mediterráneo.