Recorríamos los caminos ancestrales que nos llevan hasta la desembocadura del Torrent de s’Alga con el objetivo de llegar a ese punto en donde el azul del mar lo vuelve a llenar todo. Pronto nos dimos cuenta de que no había objetivo. Ni siquiera había que llegar a ningún lugar. La belleza única de Formentera ya nos iba acompañando a lo largo de todo el camino. Piedra, cielo, barro, naturaleza, madera, se iban combinando a nuestro paso de forma sencillamente magistral para convencernos de ello.